El pueblo de Quilmaná acaba de ser testigo de uno de los episodios más vergonzosos en la historia reciente de su municipalidad: la pérdida definitiva de un terreno municipal de 2,000 m² en la avenida Lima y que por años funcionó como el almacén municipal; no obstante, hoy ya tiene fecha de ejecución legal con el lanzamiento y desalojo (02 de setiembre 2025), un espacio que pertenecía a todos y que hoy pasa a manos privadas de la señora CATALINA, mujer con vínculo muy fuerte con el señor GUERRERO, quien fue funcionario público y hombre de confianza del ex alcalde CelestinoYactayo.
No se trata de un error menor. Aquí hablamos de años de indiferencia, omisión y, quizás, complicidad de varias gestiones municipales:
El panorama es claro:
• Durante la gestión de Pedro Revilla Seminario, no se hizo absolutamente nada en cuatro años para defender el terreno. Con el pretexto de no tener procurador municipal, no accionaron ni movieron un solo dedo por defender los intereses del pueblo.
Revilla responde que el problema se arrastraba desde el gobierno de José Caico Fernández, donde el juicio ya estaba en curso y poco o nada hicieron en esa gestión por presentar una defensa férrea o reformularla en su defecto.
Sin embargo, para la gestión actual, todo apunta a que la raíz está en la gestión del ex alcalde Celestino Yactayo, cuando el predio terminó adjudicado a un familiar o quien era una persona muy cercana (CATALINA) al ex funcionario de apellido GUERRERO, quien fuera hombre de confianza de don Celestino.
Hoy, bajo la gestión de Regis Pomalaya, se confirma que ya nada se puede hacer, porque el caso ha precluido:es decir, se perdió el tiempo para accionar legalmente. En palabras sencillas, el pueblo de Quilmaná acaba de perder un bien municipal por pura negligencia y aparente silencio cómplice.
La pregunta es inevitable: ¿fue incapacidad o hubo un plan silencioso para dejar que el pueblo pierda?
Porque cuando una propiedad inscrita a nombre de la municipalidad termina en manos de privados, algo más que negligencia está detrás. Se perciben intereses, vínculos y favores que la historia de Quilmaná debe recordar con nombre propio.
Hoy no se perdió solo un terreno. Se perdió la confianza, se perdió la defensa del interés público, se perdió la dignidad de las autoridades que juraron proteger al pueblo y terminaron guardando silencio.
Este caso no debe quedar como anécdota. Debe ser el precedente para que la población exija que nunca más se negocien, se regalen ni se “pierdan” los bienes de todos. El pueblo de Quilmaná tiene memoria. Y la memoria siempre pasa factura