SIN VENDA EN LOS OJOS...
Escribe: Juan Percy Sánchez Samán
Por Administrador
Publicado en 09/07/2025 16:53
NOVEDADES

Había pasado la frontera de las siete décadas, junto a los años transcurridos ahora lo acompañaba un casi imperceptible temblor en sus manos y una ceguera parcial combatida con unos lentes de cristales semejantes a los del poto de una botella. Esa mañana, y como de costumbre ocupaba una banca en la plaza principal de la ciudad frente al palacio municipal, se lo veía mover la perilla de forma desesperada de adelante hacia atrás, intentando sintonizar la señal de alguna emisora radial, acercaba su rostro a la pantalla del sintonizador buscando cerciorarse que era la frecuencia correcta en su antigua radio de marca Panasonic, esas radios antiguas y ya escasas, las mismas acompañantes de las personas que laboran en el campo durante sus jornadas de trabajo. A un lado de él, sobre la banca, descansaba un folder de color amarillo cuidadosamente forrado con vinifán, en este, varios diarios de fechas pasadas, al parecer eran parte de algún tipo de hemeroteca personal de las publicaciones impresas del noticiario “tintes de la provincia”. Se le oía balbucear frases inentendibles, era notorio su mal humor. De pronto, la señal de radio se empezó a escuchar clara y sin ninguna interferencia, tomó el receptor entre sus dos manos, y, de forma pausada como si no quisiera que al más mínimo movimiento deje de transmitir, lo colocó a un lado muy cerca de él, ahora tenía un rostro victorioso y calmado, se recostó en el respaldar de la banca, cruzó las piernas abrió el folder retiró un diario y volvió a cerrar el folder, pasaba una hoja tras otra de forma rauda, cuando llegó al final lo dejo al otro lado, volvió a repetir la acción, retiraba el diario, lo hojeaba y lo dejaba a un lado, de pronto se le escuchó preguntarse —¿dónde está la noticia? Estoy seguro haberla leído —

La mañana estaba agitada, las noticias matutinas alborotaron la provincia. La plaza de la ciudad, centro de reuniones de antiguos ciudadanos había adelantado el horario habitual de su congregación. Unas bancas contiguas donde estaba él, empezaron a llegar los disque “hombres de prensa”, se los podía contar inicialmente hasta en número de ocho, conforme transcurrían los minutos estos personajes aumentaron de forma rápida convertidos en un enjambre de abejas quienes emitían un zumbido ensordecedor. Conocidos como oportunistas y hasta mercenarios, muchos de ellos habían sido adoptados en algún momento en alguna oficina publica, los había exalcaldes, exconsejeros, exgerentes y hasta familiares de los ex, se sabía muy poco o casi nada de la casa de estudios donde se hubieran formado en la línea de las comunicaciones, la mayoría de ellos solamente hacían gala de esa experiencia en su corto trajinar como caminantes viajeros del sector público, o cercanos husmeadores de estos senderos. Los rostros de asombro y preocupación eran totalmente homogéneos, los ojos saltones y asustadizos hacían parecer querer abandonar las cavidades oculares. De pronto, de forma intempestiva el zumbido y bullicio cesó por unos segundos para seguidamente volver con más tesón, se podía observar señalarse unos a otros, como si intentaran culparse entre ellos, la aparición de un concejal a las afueras del palacio municipal los hizo correr desesperadamente quedando solo dos de ellos en la banca. —Ese se robó más de cinco milloncitos y no pasó nada — dijo el historiador, quien minutos antes había llegado a la plaza de la ciudad sentándose a su lado —¿Qué buscas? — preguntó. Él, volteó la mirada observándolo con desdén sin responder e inmediatamente continuar buscando quien sabe que noticia. La banca ahora estaba ocupada por él, el historiador y el profesor. El tema de conversación giró alrededor de esa noticia explosiva, era sabido tarde o temprano detonaría, desde hace meses se había encendido la mecha y esta se consumía muy lentamente, solo esperaban la llegada de alguna lluvia torrencial que la apague para finalmente detenerla, la naturaleza no trajo consigo ni vientos ni lluvias que lo favorecieran, —uno más al ruedo — se le escuchó expresar al historiador, en ese instante “él” se puso de pie agitando un diario y diciendo—aquí encontré uno — tomo el diario separándolo a un lado, y continuó buscando en el resto. El historiador enumeraba a los personajes de la provincia señalados con el dedo acusador de la justicia, inició mencionando a quienes visitaron los barrotes al otro lado de la libertad durante varios calendarios, la lista continuaba con los que corrieron despavoridos ocultándose en las sombras y convertidos en seres fantasmales inubicables, —¡ay la justicia! — dijo. El historiador, tenía un timbre de voz impostada y bastante tenebrosa, semejante a la de la de un locutor de radio, este dio unos pasos adelante ubicándose en el centro del corro para expresarle a sus dos compañeros creer que los inicios del nuevo siglo habían abierto la puerta de los infiernos y salir de ella montado en su caballo pálido a unos de los jinetes del apocalipsis, —no seas exagerado — dijo “el profe”.

El historiador continuaba su alocución, comentaba acerca de aquellos funcionarios quienes en gestiones pasadas de gobiernos locales la justicia los aparto de la libertad, estos, estuvieron bien guardados y al parecer bastante resguardados en cajas recubiertas de papel platinado y hasta refrigerados que les han permitido mantenerse activos y frescos, como si su alojamiento en centros presidiarios haya sido un viaje de turismo, o un intercambio estudiantil para alguna especialización en gestión pública. Se convirtieron en seres iluminados capaces de volver como si nada malo hubiera pasado, y ahora en reconocimiento son premiados ocupando cargos de mayor importancia, pero, también hubo quienes tuvieron que correr lejos, aquellos quienes se apartaron de la cofradía y se quedaron huérfanos de ser apadrinados. Las noticias en los últimos tiempos es la misma: “acusados y sentenciados, pero al pasar unos meses, la justicia se retira la venda de los ojos para dar algunos pasos atrás y convertirlos en absueltos e inocentes, —ese es el variopinto universo de la política en nuestra provincia — dijo el historiador.

—Ahora sí, ya tengo todo lo que necesitaba — dijo “él”, tenía entre sus manos una decena de diarios, todos con noticias bastante parecidas de exfuncionarios públicos sentenciados, que se escondieron durante corto tiempo para finalizar absueltos de todo cargo y culpa, —esto es una raya más al tigre— replicó, increpaba de la conspiración existente entre la justicia y estos personajes, no entendía cuál era el sortilegio caído sobre la ciudadanía, incapaces de reclamar por el daño ocasionado por estos personajes, las noticias tenían el mismo argumento y de igual forma su absolución, ahora continúan transitando por los pasillos de las instituciones públicas, siguen fungiendo de lideres políticos, y son favoritos candidatos para ser gobernantes en un futuro no muy lejano, defendidos por los medios de comunicación y los encargados de transmitirlas para mantener a una ciudadanía aletargada, mintiendo a través de sus ondas radiales —estos son los culpables— se le escuchó decir, posteriormente apagó su receptor de radio, justo en el instante cuando en un programa de noticias matutina el locutor hacía un llamado a la ciudadanía a solidarizarse con quien la justicia había dictado sentencia, de la misma forma como lo hicieran tiempo atrás con otros exfuncionarios a quienes los jueces dictaran sentencia condenatoria, —esa defensa no es gratis, ellas también habrán sido beneficiados— pronunció. Luego de haber mostrado las noticias encontradas en los diarios, los separó guardándolos nuevamente en el folder amarillo, se puso de pie expresando —ya nadie lucha, ya nadie reclama, muchos han dejado su convicción socialista para convertirse en capitalistas, la juventud esta convertida en una ciudadanía amordazada y comodona, están hechizados en una sordera y ceguera absoluta, las legañas le han pegado los ojos y el cerumen tapado los oídos— Juan llevó consigo el peso de sus setenta y tantos años, avanzó unos pasos despidiéndose de Luciano y de Ángel, a paso lento y acompañado de aquel temblor en sus manos continuo su camino hasta perder su silueta en la bocacalle a un lado de la catedral. Junto a él, se fueron sus reclamos, pero con la esperanza que la efimeridad y desconocimiento juvenil aprovechado por este grupo minúsculo tenga un pronto final.

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